jueves, 21 de julio de 2011

De papayas deliciosas

(Arbol de papaya, que no conoce el cruel citadino)


Envío un saludo. Me encuentro aquí en este barrio obrero de Montreal disfrutando del calor extremo del verano.

He comprado una papaya, algunas guayabas, aguacates y melocotones en almíbar. Voy y vengo del goce pleno de comer y sentir mi cuerpo sano. Soy un síntoma de una metafísica celestial, mi organismo está constituido de engranajes y procesos delicados que transforman las materias frutales en la energía mental, que es la imaginación de Dios.

La teología cristiana sobre este proceso de transformaciones y ciclos es sofisticada y simple, da sentido al cuerpo humano como un receptáculo del alma y entonces gozo. No hay más dependencia, ni tiempo, ni escenas. El producto mental es moldeable y permite siempre detectar el menor indicio de felicidad para perseguirlo y alcanzarlo día a día.

Se trata simplemente de la búsqueda del éxito absoluto y de convertir en oro cada cosa que tocamos.

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